Bienvenida, esta es mi historia.

¡Bienvenida!

Para aquellas que ya me conocen, mi nombre es Ali, y para aquellas que no me conocen también es Ali, jajaja. Lo siento, son los nervios. Llevo tanto tiempo soñando con poner en marcha este proyecto que todavía no me creo que lo esté haciendo. ¡Por fin! Así que bienvenida y gracias por estar ahí y hacer que esto tenga sentido. Perdona, me estoy repitiendo. Voy a contarte por qué estoy haciendo esto y por qué es tan importante para mi.

Cuando me vino la regla por primera vez yo ya tenía anemia. De niña la hora de la comida era la hora de la tortura. Mi madre se tuvo que incorporar al trabajo a los cuarenta días de haberme dado a luz (cuarenta días de baja por maternidad!!! España, 1976). A los pocos días se quedó sin leche. Empezó entonces la pesadilla de los biberones, yo no los quería ver ni de lejos.

"Trauma del destete" lo llama mi madre. El caso es que desde que empecé a biberones hasta los nueve años más o menos, comer para mi se convirtió en una tortura. Siempre fui una niña extremadamente delgada y enfermiza y hacerme comer era un suplicio para mis padres, abuelas o quien quisiera intentarlo. Pero sobretodo para mi. La anemia estaba siempre presente. Acompañada de la ansiedad de mi madre y una densa tensión a la hora de cada comida. Y yo cada vez comía menos y peor. Me enfermaba mucho y siempre estaba en los huesos.

La regla y la píldora

Cuando me vino la regla tenía 13 años, seguía siendo muy delgada y seguía con anemia. Al principio, como es natural, era una regla irregular. Cuando empezó a ser más regular me venía con sangrados muy abundantes y me duraba más de 7 días. A los 16 años me venía cada 18 o 20 días y sangraba tanto que era raro que no tuviera que cambiar las sábanas o que no me manchara la ropa. La anemia empeoró, siempre estaba cansada, decaída, con dolores de cabeza, sin energía.

Primera visita a la ginecóloga: primera vez que me recetan la píldora anticonceptiva para "regularme" la regla y controlar la anemia. Al principio parecía que había funcionado. Como por arte de magia mi regla venía los días que tenía que venir y sangraba poco y durante pocos días. También me recetó unas pastillas de hierro que tenía que tomar durante "la regla" (el sangrado por deprivación de la píldora) cada mes y que no me sirvieron para nada y me destrozaban el estómago.

Aunque se supone que estaba mejor yo me sentía mal. Tenía ansiedad, me deprimía con facilidad, sentía que estaba desconectada. A veces me daban ataques de pánico sin saber por qué. Me daba miedo no saber en qué momento me iban a dar y eso me daba más ansiedad. Era horrible, lo pasaba fatal. Estaba siempre pendiente de mi misma, de mis reacciones y esa hiper observación lo empeoraba todo.

Estuve tomando la píldora sin interrupción hasta los diecinueve años, cuando dejé de tomarla por mi cuenta. Mi estado de ánimo mejoró pero todo lo demás volvió al punto de salida, también la anemia. Esta vez como "bonus extra" tenía unos cólicos espantosamente horribles y síndrome premenstrual. Maravilloso.

Aguanté casi un año sin volver a la ginecóloga. Después de insistirle mucho me dijo que no había ninguna forma de tratar lo que me pasaba, que tenía "reglas fuertes" y que eso era normal, que algunas mujeres las tenían así (mi madre y mi abuela lo confirmaban). Su única solución era volver a la píldora. Me cambió de marca, me dijo que esta era "más suave" y para casa.

Así estuve desde los veinte a los veinticuatro años: tomaba la píldora hasta que me daba ansiedad y depresión. Dejaba la píldora y todo volvía a empezar, siempre empeorando. Tenía cólicos tan dolorosos que necesitaba quedarme en cama, me retorcía de dolor, me desesperaba. Además el síndrome premenstrual era cada vez más intenso y duradero. No me soportaba ni yo misma.

Con 24 años me dio un ataque de ansiedad tan grande que tuve que ir al psiquiatra. Me diagnosticaron principio de depresión con un cuadro ansioso severo. Estuve varios meses en tratamiento con ansiolíticos. Mi psiquiatra no se explicaba por qué no empezaba a mejorar. Un día me preguntó si estaba tomando la píldora, le dije que si y me propuso probar a dejarla durante unos meses a ver qué tal.

El principio de la solución

Después de tres meses sin tomar la píldora mi depresión y ansiedad desaparecieron como por arte de magia y para siempre. Tanto mi psiquiatra como mi psicóloga me recomenadaron no volver a tomarla si no quería sufrir recaídas periódicas. Entonces me resigné a vivir con dolor, con una regla que me impedía hacer vida normal durante un par de días. Pensé que era "normal" porque es lo que había estado escuchando a los médicos que me trataron y a las pocas personas con las que hablaba del tema. También acepté que yo era una mujer débil porque no era capaz de soportar una regla “normal”.

Siempre me gustó cocinar, la nutrición y los remedios naturales. Así que me puse a investigar para intentar recuperarme de la anemia ferropénica (falta de hierro), que por aquel entonces ya era crónica. No intenté mejorar mi regla porque ya había aceptado que no había nada que hacer (me muero de rabia cuando lo pienso). Descubrí que me encantaba lo que aprendía y que cocinar se me daba bien. Empecé a mejorar aunque no era consistente en mis cambios y tenía muchos altibajos.

En 2003 una amiga me comentó que estaba yendo a un homeópata y que estaba mejorando mucho. Ella sufría unas migrañas incapacitantes que no se le curaban con nada. Así que como tenía poco o nada que perder decidí probar.

El homeópata fue la primera persona en mi vida que me habló de los desequilibrios hormonales y de sus consecuencias. También fue la primera persona que me habló de la nutrición como una medicina. En seis meses de tratamiento homeopático y cambios consistentes en mi dieta mejoré muchísimo. Mis ciclos se regularon, aunque eran ciclos cortos, la regla me venía cada 24 días, solo 4 días de sangrado, solo un día de sangrado abundante, algún cólico de vez en cuando y menos síndrome premenstrual. Y la anemia fue desapareciendo, aunque siempre estaba en el límite.

Experiencias duras que te aclaran muchas cosas

En 2012 le diagnosticaron a mi madre un linfoma en el mesenterio (yo no sabía que teníamos de eso hasta entonces). Después del miedo (más bien pánico) inicial, decidimos que seguiría el tratamiento convencional (quimioterapia) pero que también lo afrontaríamos desde la nutrición y otros tratamientos holísiticos de apoyo.

Me puse a leer todo lo que encontré sobre cáncer y nutrición y el evidente nexo que hay entre ellas. Descubrí las dietas “anticáncer” y cetogénicas, las dietas alcalinizantes y antiinflamatorias. Todas sirvieron para prepararla para la quimio y para ayudar a que su cuerpo se defendiera del cáncer.

Resumiendo mucho muchísimo: a través de la nutrición preparar al organismo para resistir la quimio, ayudando sobretodo a la función hepática y reforzando muchísimo el sistema inmunitario. Además cortar todo tipo de sustancia que pudiera alimentar al cáncer. Nada de azúcares, nada de lácteos, muy baja en hidratos, sin comidas procesadas ni refinadas, sin carnes, sin alcohol, mucha hoja verde, fruta, verdura y todo lo posible de procedencia orgánica... Insisto, resumiendo mucho.

Y funcionó.

Sólo hicieron falta 3 ciclos de quimioterapia para que el linfoma desapareciera del todo. Mi madre apenas experimentó los devastadores efectos secundarios de la quimio. Lo único que sentía después de cada ciclo era cansancio e inquietud, "como una lucha interna". De resto podía hacer una vida casi normal. Después de un año ya estaba en remisión total y sigue así hasta hoy (gracias, gracias, gracias).

Fue una experiencia muy dura y agotadora aunque también nos dejó cosas buenas que tendremos siempre presentes. Entre otras que somos más fuertes de lo que pensamos y que nuestra forma de alimentarnos puede ayudarnos a sanar o a enfermar. Literalmente.

Y de repente todo se alineó

Descubrí el poder de la nutrición gracias a la enfermedad de mi madre y a mis propios problemas hormonales. ¿Sabes cuando algo te interesa tanto que se te pasan las horas leyendo y buscando más información y ni te enteras? Pues eso mismo me pasó a mi con la nutrición y los hábitos de vida saludables. Me pasaba horas estudiando de forma autodidacta. Me lo leía todo y me convertí en la típica friki pesada (si, lo reconozco). Hasta que empecé a fantasear con la posibilidad de cambiar mi vida profesional (que no era muy satisfactoria) y empecé a formarme (me entró una auténtica obsesión por hacer cursos).

Después de 5 años estudiando como una posesa, por fin a principios de 2017 todo empezó a cobrar sentido. Descubrí la conexión entre la salud hormonal femenina y la nutrición funcional. Hice varios cursos con algunas de las mejores especialistas de EEUU y Canadá. Flipé. Estaba al mismo tiempo agradecidísima de haberlo descubierto y bastante cabreada por no haberlo descubierto antes.

Finalmente me di cuenta (más vale tarde que nunca) de que he tenido varios problemas hormonales a lo largo de mi vida, principalmente estrógeno dominante y “fatiga adrenal” (en realidad es un desajuste del eje hipotálamo-pituitaria-suprarrenales provocado por el estrés crónico) de los que aún me estoy recuperando. También sé que tomar la píldora desde los dieciseis años solo ayudó a encubrir y empeorar mis desajustes hormonales. Ya sé identificar lo que me desequilibra y qué hacer para evitarlo. También sé que mi cuerpo tiene problemas para asimilar el hierro y que por eso he tenido esa anemia tan persistente.

Pero sobre todo encontré mi camino ¡Yujuuuu! ¡Aleluya! Un camino que aúna las cosas que me apasionan y con las que me siento comprometida: la nutrición funcional, la salud hormonal femenina y el empoderamiento femenino, ayudar a todas las mujeres que pueda a recuperar la conexión con sus cuerpos y el poder sobre su salud. Ahorrarle sufrimientos innescearios a todas las mujeres que me sea posible. Ese es mi camino y es lo que pretendo con este proyecto.

Ya hablaré más del tema, pero creo firmemente que el papel que se nos asigna como mujeres en esta sociedad es la causa de muchas de nuestras enfermedades y dolencias. La frustración, la represión, la negación de nuestras propias necesidades, cuerpos y deseos terminan pasando factura. Siempre.

De nuevo gracias

Por llegar hasta aquí después de lo largo que me ha salido esto. Y por estar aquí. Espero que me sigas leyendo y poder ayudarte a estar y vivir mejor. Ya sea con la información que iré compartiendo en el blog, con alguno de mis cursos o con sesiones de coaching. Bienvenida siempre.

Un abrazo de hermana y hasta pronto.

¿Qué es eso del coaching? Si quieres una sesión de 20 minutos GRATIS para saber de qué va y si es para ti mándame un mensaje aquí

Si te encanta lo que has visto y quieres estar al día de todo lo que se cuece por aquí, te puedes suscribir a la Newsletter

2 comentarios

  1. Begoña
    2 febrero, 2018

    Gracias por poner en palabras la situacion de miles, no, debmillones de nosotras! La reivindicacion de lo Femenino en hombres y mujeres es la autentica semilla del cambio de sistema y hay que darse un poquito de prisa, que este patriarcado se carga la vida y el planeta. Enhorabuenastare muy atenta a los proximos posts. Me declaro fan!

    Responder
    1. Ali
      2 febrero, 2018

      Gracias a ti por leerme y por estar ahí Begoña. Hasta pronto!

      Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba